El otro día Iria, una niña de cinco años, tras intentar explicarme el duro día que había tenido en el colegio y hacer una pausa precedida de un gran suspiro, me dijo: “Ay, ojalá tú fueras yo y yo fuera tú, para que pudieras ver los problemas que tengo cuando me riñen en el cole, cuando me peleo con Uxía…”. Me encantó esa reflexión fruto de la necesidad de empatía que sí tenemos desde bien pequeñit@s. Y es que la relación con otras personas nos hace más human@s, nos ayuda a evolucionar, a expresar y a sentir. Pero, ¿cuántas veces esta relación con otras personas se ha convertido en un deporte de riesgo del que ha resultado difícil salir ilesos? Y lo peor de todo es lo mal que nos sentimos cuando no sabemos hacer frente a una crítica, cuando no somos capaces de recibir un halago o cuando terminamos haciendo cosas que no nos apetecen, por no saber decir que no… Y es que nos sentimos abrumados por el qué dirán, el qué pensarán o el qué sentirán… sin escuchar lo que mi interior quiere, piensa o siente. Ser habilidos@ socialmente cuesta, tal vez porque nadie nos ha enseñado. Pero hoy puedes empezar a aprender, sabiendo que cada día tienes la posibilidad de practicar y al hacerlo sentirte mejor contigo mism@ y con l@s demás. ¿Por qué no incluir nuevas herramientas para ser más felices?
Un saludo, Jone Ojeda
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